EL RAYO DE NUESTRA EXISTENCIA

El rayo solar que proviene del SOL que nos ilumina, debe atravesar la órbita lunar antes de hacer sentir su efecto sobre nuestra biosfera… que es el gran útero en el que estamos contenidos todos y cada uno de los individuos que habitamos este mundo. A partir del momento en que esa energía incide en la superficie del planeta, toda la biosfera se ve tensionada, por un lado, por la fuerza de fijación solar… y por otro, por el efecto de succión que ejerce la LUNA. Para poder comprender en profundidad la naturaleza de la fuerza solar, debemos comprender primero la estructura de la UNIDAD múltiple. La unidad representa en sí misma todo lo que es y existe… y su estructura tiene diferentes niveles de grandeza. Esto recuerda un poco las “mamushcas” rusas; aquellas muñequitas, todas iguales, pero de tamaños diferentes, ordenadas de mayor a menor, una dentro de la otra. La UNIDAD del cosmos también es una estructura que se repite en diferentes niveles de grandeza… dentro del principio de la geometría de fractales. Independiendo de su tamaño, la estructura de la unidad siempre es la misma: • Un SOL central. • Materia cósmica gravitando a su alrededor. Todos los soles son de la misma substancia y poseen el mismo nivel de perfección… pero se ordenan jerárquicamente de mayor a menor, desde la unidad de las grandes galaxias hasta la diminuta dimensión de la unidad del átomo, conformando un cuerpo único que es la UNIDAD MULTIPLE. Todos los soles están vinculados entre sí, como un cuerpo único y, si bien existe siempre un sol mayor de donde emanan las directrices, estas son reproducidas en simultaneo por los soles de grandeza menor. La cadena universal de los soles viabiliza el pulsar de la vida, toda vez que, por la puerta de cada sol este pulsar penetra, en simultaneo, vivificando el espacio correspondiente. Pero es importante comprender que, entre sol y sol no hay desplazamiento de energía, sino que, todos los soles expresan al unísono (cada uno en su nivel) la fuerza de la UNIDAD.


Consideramos nuestra galaxia como la unidad mayor; el MACROCOSMOS… claro que existe mayores niveles de grandeza, pero ya estaríamos hablando de tamaños que escapan a nuestra comprensión. Nuestra galaxia gravita en torno del enorme sol Sirio y, salteando niveles intermedios, llegamos a la unidad de nuestro Sistema Solar, gravitando en torno del Sol que nos alumbra todos los días… dentro del Sistema Solar tenemos la unidad de nuestro planeta, que también gravita en torno de un sol central; el sol AGARTI y, en nuestro planeta, habitamos nosotros, las unidades MICROCOSMICAS… que también poseemos nuestro sol central en el nivel atómico de nuestro corazón; el sol NOUS. Por la puerta del sol Agarti aflora al escenario de nuestra biosfera el impulso vital que propicia el crecimiento y la maduración de todo lo que vive. Ese es el impulso germinal que sustenta el crecimiento de todos y cada uno de nosotros y que expresamos en el escenario de nuestro mundo particular. Este es el mundo que debemos comprender; nuestro mundo particular. El mundo de nuestros propios complementos. Aquello a lo que nos vinculamos dialécticamente con el primer aliento. Aquello a lo que todos y cada uno de nosotros está sensorialmente vinculado, a través de nuestros afectos, de nuestros intereses, de nuestras búsquedas visibles e invisibles, representa un universo único e intransferible, que solo cada uno de nosotros ve y siente. Un universo que es el fruto de una percepción selectiva, básicamente nostálgica… porque, a cada complemento nos vinculamos por una suerte de familiaridad preexistente, que nos recuerda un camino ya andado y que nos aprestamos nuevamente a transitar. Ese universo es el de nuestra carta natal.

 





ROLANDO GRIGLIO

Astrólogo Kármico